El anillo del Rey
Esta historia que os voy a narrar es una historia ya muchas veces contadas, ha sido narrada por otros que como yo buscaban historias con algo mas que un cuento lleno de heroicas leyendas o románticos encuentros. Esta historia ocurre en un lugar remoto, allí en ese lugar de cuyo nombre no quiero acordarme (como bien dice el insigne Cervantes).
Pues eso, como os digo esta historia me fue contada ya hace algún tiempo y llego a mi casi de la misma manera que te esta llegando a ti, por un cuentacuentos, que a su vez la escucharon de narradores de lejanos países, por trovadores de tiempo remotos, en definitiva, esta historia comienza así;
Así he oído. Hace ya muchos inviernos en un reino alejado de muchos rincones conocidos ubicado en un lugar de esa parte del mundo que ahora llamamos Rusia, se encontraba este reino prospero y rico, dominaba las estepas de sus bastos parajes con mano firme pero justa, sus tierras eran fértiles, sus graneros llenos y sus ciudadanos felices y llenos de esperanza por un futuro muy halagüeño.
Este reino era gobernado por un rey que manejaba los asuntos de su reino con justicia y equidad. A veces herraba con todo ser humano, pero trataba de ser justo en las disputas y magnánimo en los castigos, pero este rey se hacia mayor y poco a poco sabia que pronto tenia que dejar su reino en manos de su único heredero.
Así fue formando a su hijo en los que haceres de un monarca, pero también lo hacia cultivar la tierra, cuidar al ganado, le enseñaba por medio de los artesanos los secretos del forjado del acero, la construcción de viviendas y castillos, idiomas con los que se manejaba con otros reinos. En definitiva, quería que su hijo supiera lo difícil que era tener lo que tenían en su reino para que luego pudiera dirigir con justicia. De hecho, uno nunca podría opinar de aquello que no conoce. Y así fueron pasando los años y el rey se había convertido ya en un anciano, su hijo aprendía el oficio de gobernar cerca de él y con todo el séquito de sabio consejeros y demás personas del Reino.
El joven príncipe ya era un hombre, y si bien estaba formado y como referente tenía a su padre observaba que cada vez que su padre tomaba una decisión ya sea de índole agradable o desagradable se tocaba el anillo, cuando veía a su padre contento, agasajado, alegre, su padre se acariciaba el anillo. Cuando veía a su padre triste, decaído, porque las cosas no salían como él había planeado, notaba como su padre se acariciaba el anillo.
Y un día mientras el joven príncipe montaba a caballo viendo como su reino estaba prosperando, hablando con los ciudadanos y preguntándoles sobre sus inquietudes como le habían enseñado. Fue avisado por un mensajero a caballo que su padre estaba muy débil y requería su presencia. El joven príncipe espoleo a su corcel para acudir a tan inquietante encuentro, corrió por las escaleras del palacio hasta llegar a los aposentos reales, y allí su padre tan recio y sereno en otros momentos, yacía débil y anciano en su lecho, la impresión de ver a su padre así fue dura, pero también había aprendido de el que la vida era eso, observar y vivir la experiencia tal cual ocurría.
- Acércate, hijo – le susurro su padre.
- Como antes hizo mi padre conmigo, hago ahora yo lo mismo contigo. La vida ha sido buena conmigo y ya estoy en mis últimos momentos estoy orgulloso del monarca en que te has convertido. Pero te voy a dar un último consejo – y quitándose el anillo de su dedo le prosiguió.
- Este anillo que te doy tiene un mensaje muy poderoso, Léelo y recuerda su frase, cuando este viviendo momentos felices, toca el anillo y recuerda su mensaje gravado y cuando estés pasando por momentos difíciles, haz lo mismo. Cada día de tu vida rígete por este principio, así lo hizo mi padre, así lo he hecho yo, y así deberás hacerlo tu.
- Gracias, padre, seguiré al pie de la letra tu consejo. Gracias por formarme y hacerme el hombre que soy ahora.
El rey falleció en su lecho acompañado de sus seres queridos, de sus súbditos más allegados,
- EL REY A MUERTO¡¡¡¡ VIVA EL REY¡¡¡
Y así el príncipe se corono rey, y tras los días de luto en el reino donde todos lamentaron la perdida de su rey fueron poco a poco apreciando las buenas formas de su nuevo monarca. Pasaron cosas maravillosas en el reino y otras no tan buenas, hubo una guerra que acabo pronto con diplomacia, las cosechas fueron casi siempre agradecidas, pero cuando no era así los graneros hacían el trabajo de abastecer al reino.
Cuentan los mas allegados al rey que siempre que tomaba una decisión difícil tocaba su anillo, cuando lo adulaban y agasajaban el tocaba su anillo, cuando la guerra asolo su reino, cuando las cosechas no eran del todo buenas, el tocaba su anillo.
Una vez una de sus sirvientas encontró el anillo junto a su lugar de aseo mientras el rey se bañaba, todos en el reino sabían la historia de tan poderoso mensaje, y la curiosidad hizo el resto. La buena mujer cogió el anillo, y gravado en su cara interna pudo leer…
ESTO TAMBIEN PASARA…
“la moraleja de esta historia nos habla de uno de los principios o sellos que hay en el budismo, la impermanencia de todos los fenómenos ya sean internos o externos a nosotros. Todo lo que es malo, o que etiquetamos como tal, los malos ratos, la enfermedad, el dolor, la tristeza son impermanente ESTO TAMBIEN PASARA. Pero hay que recordar que la abundancia, la dicha, los halagos, las risas, también son impermanente ESTO TAMBIEN PASARA. Así que vivamos con objetividad todo lo que ocurra, din apego a lo bueno y sin aversión a lo malo, por que la vida pasa momento a momento y como todo lo que es externo o interno, la vida también pasara.”
